
En octubre de 2018, en un momento de inspiración wagneriana, Jacob Collier anunció una tetralogía de grabaciones titulada Djesse. El cuarto y último volumen de esta serie se ha publicado hace apenas unos días, y suena así:
Cuando pienso en este joven músico (cumple 30 este año), no puedo evitar recordar esta escena maravillosa:
My dear young man, don’t take it too hard… Your work is ingenious! It’s quality work! And there are simply too many notes, that’s all. Just cut a few and it’ll be perfect.
(Joven, no se lo tome a mal… ¡Su obra es genial! ¡Es un trabajo de calidad! Simplemente hay demasiadas notas, nada más. Quite unas pocas y quedará perfecta.)
El que se despacha así es el Emperador José II, dirigiéndose a W.A. Mozart.
La alusión a Mozart no es gratuita. Jacob Collier, inglés de familia de músicos y dotes musicales poco menos que sobrenaturales, demostró muy pronto que su pericia musical iba más allá de lo cotidiano, y casi de lo concebible. Con una cara de niño muy evidente, en 2013 publicaba una versión de Don’t you worry ‘bout a thing, en la que toca y canta todas las partes, y que arregló y grabó él mismo en su cuarto en casa de su madre. Este y otros arreglos lo pusieron en el mapa, y en 2016 grabó su primer disco en esa misma habitación.
Y de ahí a Djesse…
La serie empieza con Djesse Vol. 1, un disco extrovertido, enérgico, expansivo. En contraste con su anterior rol de hombre-orquesta, aquí empieza a colaborar con numerosos músicos y agrupaciones, incluyendo una orquesta holandesa para la que Collier escribió todos los arreglos. Este With The Love In My Heart me parece muy representativo de su estilo: un extraño mosaico de fragmentos heterogéneos, con ritmos y sonoridades diversas, que casi cuesta seguir, pero que parecen confluir como por arte de magia.
¿Es música compleja, o simplemente demasiado inquieta? Ciertamente, parece el tipo de chaval que le daba dolores de cabeza a sus profesores. Creo que refleja, en esencia, un pensamiento musical inconteniblemente complejo; te puede gustar o no (y hay quien no lo soporta), pero francamente no me parece una pose.
El siguiente disco en la serie, Djesse Vol. 2, es, en contraste, más acogedor: en formatos más pequeños, con planteamientos musicales en general más directos. El resultado es diverso, pero quizás el más controlado de sus esfuerzos en la serie. It Don’t Matter es ligero y optimista, con las armonías a muchas voces típicas de Collier discretamente en la retaguardia.
Cabe señalar la amplitud de influencias que intenta integrar Collier. Entre este volumen y el anterior, colaboran desde la mencionada orquesta y un octeto a capella, a músicos de Marruecos, Mali o Brasil. Esto resulta a veces más en un collage de estilos diferenciados que en una verdadera asimilación, pero es de reconocer el apetito por tradiciones musicales dispares.
Djesse Vol. 3, en cambio, es el más electrónico de la serie. De nuevo con un carácter más explícitamente enérgico, se acerca más al R&B o al pop reciente, y también es creo el que peca de más excesos: desde las irritantes voces aceleradas a un arrebato de rapero un tanto desconcertante. En cualquier caso, no está libre de perlitas como este Sleeping On My Dreams:
En cualquier caso, aquí como en trabajos anteriores, su virtuosismo es abrumador. Collier peca a veces (algunos dirán que casi siempre) de hacer una música excesiva, mareante. Demasiadas notas (o demasiadas pistas, en el siglo XXI). Cuando cae mal me recuerda, volviendo a Amadeus, a aquella risita insoportable de Wolfgang.
Y así llegamos al último volumen de la serie, que tiene las mismas virtudes y defectos que los anteriores, pasando en pocos minutos de sonoridades indias a música latina, al rap y de ahí a esos acordes de jazz nivel extraterrestre. Summer Rain, con el que abro más arriba, uno de los primeros temas de Djesse Vol. 4, es de una contención poco habitual en esta mente hiperactiva, las complejidades difuminadas en el fondo. Algunos otros temas se pierden, quizás, entre el exceso de información.
A Jacob Collier, ciertamente, no le faltan ideas — pero eso puede ser también una traba. Más allá de sus virtudes, que no son pocas, creo que peca (todavía) de falta de concreción: es difícil ser docenas de versiones de uno mismo, como en esos vídeos que le hicieron famoso. Da la impresión de que prima en estos discos el puro éxtasis por explorar tanto terreno como sea posible. Lo que se echa en falta, quizás, es un mayor apego al mensaje musical: acotar lo que quiere transmitir, y dirigir sus enormes capacidades musicales ahí.
Como despedida, este Little Blue, más meloso, más reposado, más sereno que la media.
Para bien o para mal, Jacob Collier no suele dejar indiferente. Puedes dejar aquí tu impresión, o —como siempre— tus recomendaciones.