¿Cómo se hace este jazz virtuoso y accesible a la vez, ambicioso y desenfadado, inspirado en parte en música de videojuegos retro? ¿Cómo conviven ideas musicales dispares en tan poco espacio?
Sonicwonderland es un tema divertidísimo de escuchar, difícil de tocar (imagino), impecable la ejecución. (El disco homónimo se publicó el otoño pasado.) El videoclip apunta todavía más explícitamente a la fuente de estas sonoridades. Y el comienzo de este Tiny Desk al desparpajo en directo de sus intérpretes, en particular de la incontenible Hiromi.
Hiromi Uehara lleva 20 años grabando, y demuestra regularmente que, además de una destreza técnica de esas fuera de lo concebible, tiene una creatividad desbordante. Ya desde la primera pista de su primer disco es evidente la facilidad con la que aporrea el piano, ese derroche de energía y vitalidad propia de un Michel Camilo.
Su horquilla estilística es amplia, además. De la pandemia, por ejemplo, emergió con la composición de este quinteto clásico, en un terreno híbrido atrevido y llevado a cabo con elegancia.
Reconozco mi desconocimiento profundo de la música japonesa, en todas sus facetas. Hasta hace no demasiado, los referentes en mi radar habrían sido apenas dos de los más obvios, los maestros enormes Joe Hisaishi y Koji Kondo. Mucho más tarde, una buena amiga me ha descubierto los pintorescos terrenos del jazz fusión nipón, una música fantástica y placentera:
Es un placer vivir en un mundo en que todo puede llegar a cualquier rincón del planeta: esta música luminosa y un tanto irreverente no habría sido si el jazz hubiera quedado confinado en unas pocas capitales americanas.
Cierro pues con otra perla de este último disco de Hiromi, Trial and Error:
Bienvenida al fascinante mundo del jazz japonés — se admiten recomendaciones a cambio.