Beirut, Ciudad del Cabo, Palestina
Son las cinco de la tarde y no nos ha ocurrido nada malo (todavía)

Atardece en Beirut. Yara Asmar, sintetizador en los dedos, auriculares en las orejas, flota en esta evocadora atmósfera, íntima, delicada, acogedora. Son las cinco de la tarde y no nos ha ocurrido nada malo (todavía).
Esta enigmática “música y titiritera” (!) libanesa publicaba este disco vaporoso el otoño pasado. Sinceramente, no recuerdo por qué retorcidos caminos acabé encontrándola. Pero el hallazgo hila con un interés que ya he señalado aquí: el de rastrear perlitas musicales de procedencias muy diversas, escondidas a lo largo y ancho del planeta.
Así pues…
Baka Beyond es un grupo con cierta solera, y con un planteamiento más propio de eso que llaman músicas del mundo, aunque no por ello menos inesperado: la fusión de músicas de África occidental y celtas. Comenzaron en 1993 a hacer esta música amable, jovial, que invita al baile, inicialmente como un grupo de músicos británicos fascinados por la cultura y música de los baka (en Camerún). En este disco, publicado en el 2000, colaboraban ya con músicos de Sierra Leona, Ghana, Senegal, el Congo o Camerún.
Volviendo al presente, también el otoño pasado se publicaba Signals At Both Ears, debut de Gonubie (pseudónimo de Naledi Holtman), flautista, DJ y artista en general, sudafricana residente en Ciudad del Cabo. Todo el disco está impregnado de esta sonoridad ambient, introvertida, serena, sutil.
Me resulta un buen ejemplo de que la realidad es siempre mucho más variada, inesperada y caótica que cualquiera de nuestros prejuicios: ¿cuánta distancia hay entre esto y cualquier estereotipo sobre la música africana?
Por motivos más o menos obvios, quería acabar este boletín hoy en Palestina — más en particular, en este caso, en la diáspora palestina. Reem Kelani, nacida en Inglaterra y criada en Kuwait, es sin embargo hija de padres palestinos. Con pasión etnomusicológica, ha realizado grabaciones de canciones tradicionales en su tierra de origen. A caballo entre las influencias occidentales y las árabes, recrea estas viejas melodías en un estilo particular, acompañada de una sección rítmica de grupo de jazz.
Esta fusión, de nuevo, entre elementos cercanos y lejanos a nuestras orejas, la hace más accesible: sirve de puente entre nuestros mundos. Galilean Lullaby, publicado en este disco de 2006, me resulta mágico…
Músicas remotas, humildemente lanzadas desde el extrarradio del mundo, pero que, en este siglo hiperconectado, pueden cruzar continentes y llegar azarosamente a este pueblecito pijo de Málaga desde el que escribo. Celebremos esta peculiaridad de nuestro tiempo, y rebusquemos entre las piedras.