Hace apenas tres semanas, Brad Mehldau publicaba After Bach II, la secuela a un álbum de 2018. Así pues, después de haber comentado las andanzas de Dan Tepfer en este terreno, podemos seguir aquí recreándonos en esta hermosa conversación con el maestro barroco:
Mehldau intercala interpretaciones del Clave Bien Temperado, principalmente, con sus propias composiciones e improvisaciones inspiradas en los preludios o fugas. Los lugares musicales que explora están un poco en tierra de nadie, la conexión con la pieza original siempre bastante evidente, el lenguaje macerado durante décadas de trayectoria solista.
Americano, pianista de jazz más que consagrado (hace casi treinta años ya titulaba sus discos en trío The Art of the Trio…), Mehldau es un tipo bastante peculiar. Con cierto aire de intelectual (¿quién escribe un ensayo sobre el Arte y la Muerte en el librito de un CD?), lo mismo interpreta a Radiohead que a Nick Drake. Al igual que las piezas inspiradas en Bach, estas versiones son a la vez fieles y tremendamente ambiciosas.
Pero dejo la digresión, porque me temo que, si entro por este agujero, no salgo.
Como digo, esta exploración compositiva/improvisatoria en torno a Bach comenzó hace ya unos años. El Rondo siguiente explora en compás de cinco (marca de la casa) las ideas de uno de los preludios del primer libro del Clave.
En esta ocasión, Mehldau ha añadido a preludios y fugas, como también era el caso de Tepfer, las Variaciones Goldberg. El carácter percusivo de esta variación es otro recurso muy característico de su estilo solista.
With Bach, the more you try to engage with him, the more your own personality becomes visible, unavoidably. You are not playing Bach – Bach is playing you, in the sense that he lays you bare.
(Con Bach, cuanto más intentas sumergirte en él, más visible se vuelve tu personalidad, es inevitable. No interpretas a Bach - es Bach el que te interpreta a ti, en el sentido de que te deja al desnudo.)
Mehldau es de esos personajes que ha bebido de todas las fuentes. Comenzó de niño en el piano clásico; descubrió luego el jazz, y se convirtió en un jazz snob; más tarde se bajó de la atalaya a disfrutar a Fiona Apple o Elliot Smith. Como Whitman, contiene multitudes. Creo que pocos podrían embarcarse en un viaje así, tener esta conversación profunda con el bueno de Bach, y volver tan airosos.
Nada mejor que cerrar, quizás, con el epílogo que concluye el disco.
El incombustible Mehldau, por cierto, publicó este mayo, simultáneamente, dos discos. El otro, de planteamiento análogo, es After Fauré, que merece también una escucha reposada.
Como siempre, recomendaciones, críticas y comentarios variopintos son bien recibidos.