Empecemos por el final: el último tema del último disco de Willow, empathogen. Publicado en mayo, dura apenas media hora, pero arrasa como un huracán. Así acaba:
Me encanta la energía desmesurada que desprende, su hiperactividad, la facilidad con la que dispara ritmos nada evidentes, la riqueza de su concepción musical en un marco esencialmente pop.
Willow cumple 24 años este otoño. En una de esas infancias destinadas a lo artístico, con 7 salió en su primera película, y con 10 ya había entrado en el Billboard (con una canción francamente espantosa, todo sea dicho). Desde entonces ha aprendido un par de cosas, claro: este otro tema del disco, symptom of life, es fantástico, y aún más endiablado — de hecho ha recibido cierta atención en este sentido: David Bennett, por ejemplo, le ha dedicado no uno sino dos vídeos.
Por mi parte, ignoraba la existencia de Willow hasta hace nada. Explorando hacia atrás, encuentro una producción desigual, algunas cosas quizás demasiado evidentes, otras que se salen demasiado de mi zona de confort. También algunas perlas notables, y una voracidad estilística que se agradece.
Aquí lo que hacía con 17 años:
La trayectoria de Willow resulta un tanto improbable: como he leído por ahí, podría haber explotado sus primeros éxitos y desarrollado un perfil pop adolescente típico. En lugar de eso, parece que lleva 15 años estudiando y probando cosas nuevas, explorando y arriesgando. Ahora, con menos de un cuarto de siglo, me parece ya una compositora e intérprete consumada, con personalidad y mucho camino por delante…
He empezado por el final, así que acabemos con el principio: home, esta joyita que abre el disco.
Tras el receso veraniego, durante las próximas semanas volverán estas propuestas semanales de escucha musical variada.
Bienvenidas de vuelta.