Recuerdo nítidamente cuando Sungazer publicó su primer disco, hace ahora tres años. La fascinación de entonces se repite ahora que han publicado su sophomore:
Es música rítmicamente en el límite de lo tolerable: suficientemente humana para disfrutarlo como oyente, siempre un punto inhumana desde la perspectiva del intérprete. O, como lo ha expresado Adam Neely, música a la que puedes seguir el groove, aun sin ser capaz de conceptualizar el ritmo.
El núcleo de Sungazer lo forma su sección rítmica, muy apropiadamente: Adam Neely al bajo y Shawn Crowder a la batería, estadounidenses, y ambos eminentes youtubers. Ya desde su debut son evidentes sus sellos de identidad: una energía exuberante, cierto aire electro-espacial, subdivisiones absurdas que llevan a ritmos con frecuencia extraños, casi normales pero claramente cojos (un poco el uncanny valley del ritmo).
Estilísticamente, han descrito su particular jazz fusión como “demasiado jazz para los rockeros, demasiado rock para los jazzeros”. También han integrado sonoridades de videojuego retro desde el principio — esta colaboración con Button Masher es un buen ejemplo.
Es interesante esta disonancia entre un planteamiento muy nerd y una superficie efectiva y directa. No es la primera vez que considero aquí la música académica reciente como contraejemplo, pero este me parece un buen caso: frente a conceptos a priori elegantes (“música fractal”) con resultados casi siempre antimusicales, aquí tenemos propuestas algo más complejas (“pulse morphing”, o transformación del pulso) con resultados menos desatinados.
Cierro, sin que sirva de precedente, con un tema del primer disco de Sungazer, más directo que otros, particularmente hermoso — demasiado redondo como para no compartirlo…
Espero que hayas descubierto algo interesante aquí.
El viernes que viene, un poco más.